¿Te gustaría canalizar la ilimitada energía y curiosidad de tu hijo de modo que lo pase bien y al mismo tiempo aprenda? Preescolares es una guía pedagógica con cantidad de consejos e ideas de actividades entretenidas y fáciles de realizar con las que tu pequeño terremoto se mantendrá ocupado por horas y horas. Y, lo que es más importante, te enseña a prepararlo para los desafíos y cambios a los que se enfrentará y a cimentar su fe, la cual le orientará y sostendrá el resto de su vida.
0 Comments
¿Recuerda este dicho: «El silencio es oro»? Es un concepto que nos cuesta entender a los padres. Creemos que cuando un hijo dice algo, que implícitamente quiere que respondamos. Y, claro, lo hacemos, al pensar que es importante la comunicación con nuestro hijo. Sin embargo, le entrego este nuevo concepto: No tiene que contestar algo a todos los comentarios de su hijo. A veces, la forma más eficaz de comunicación es guardar silencio. Hay casos en que está bien que el niño diga la primera, la última y la única palabra. En particular se aplica a las veces en que los niños llegan y anuncian algo que parece una queja, tal vez hasta sean comentarios que lo sorprendan y parezcan culparlo a usted de manera injusta. Por lo general, los padres responden a esos comentarios con una sugerencia, una aclaración o, simplemente, expresan su desacuerdo. Sin embargo, esas respuestas aparentemente inocentes tienen posibilidades de iniciar una lucha por el poder ya que sin darse cuenta desafían a los chicos a hacer más hincapié en una cuestión. En vez de responder, limítese a escuchar. Demuestre que pone atención, pero no se sienta obligado a hacer un comentario cuando no sea necesario. Recuerde que a menudo el silencio es una valiosa técnica de comunicación. […] El silencio es [una] manera de reconocer lo que le preocupa o molesta a su hijo sin hablar del tema. Usted no es hostil ni manifiesta rechazo; al mismo tiempo no se coloca en el papel de chivo expiatorio de la ira de su hijo. Aunque no lo crea, en la mayoría de los casos los chicos dicen algo solo para desahogarse y en realidad no esperan que usted haga nada. Tenga presente esas palabras fáciles de olvidar e infravaloradas: «Ah, mmmhhh, ¿ah sí?, ¡no me digas!» Esas palabras son un salvavidas que le evitarán una pelea. Esas palabras que se pasan por alto son tan versátiles como cortas. Puede emplearlas de muchas maneras. El secreto está en el tono de voz y la puntuación que le ponga. Es posible que quiera ponerle un punto final que signifique: «Fin de la discusión»; un signo de exclamación que signifique «tu comentario causó un impacto en mí»; o un signo de interrogación que signifique «quiero más información». Cuando emplee las técnicas «el silencio es oro» y «que sea breve y sencillo» puede: — detener una batalla antes de que se inicie. — comunicar a su hijo que lo ha escuchado. — evitar ponerse a la defensiva. — evitar involucrarse en un asunto que no tiene intención de resolver. - Evonne Weinhaus y Karen Friedman * La importancia de llegar a ser buenos para escuchar lo dice directamente Santiago, un hombre que conocía bien a Jesús: «Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar» (Santiago 1:19). Los dos escuetos mandamientos al principio de ese versículo encajan muy bien. Cuando nos damos el tiempo de escuchar con atención —y evitamos caer en el error de responder con declaraciones autoritarias— será mucho menos probable que nuestros hijos nos den respuestas defensivas y expresadas de manera muy desagradable. A su vez, eso reduce la tensión y es muy posible que nos evite intercambios llenos de ira. Dr. Bob Pedrick * Escucha lo que tengo que decirte acerca de tus hijos. Es un don que te he otorgado para facilitar tu labor de padre o madre. Es un cheque de regalo que no caduca jamás, no tiene una suma tope y es canjeable en cualquier hora y lugar. Te puedo indicar las razones por las que tus niños exhiben determinada conducta, los móviles que tienen, el origen de su comportamiento y la solución a todo ello. Te puedo comunicar las palabras que puedes dirigirles y que los ayudarán e incentivarán. Te puedo señalar las virtudes por las que los puedes elogiar y las debilidades que debes ayudarlos a superar. Te puedo consolar y dar aliento cuando te sobrevenga el cansancio y el desaliento. Puedo infundirte paciencia y fe cuando éstas te hagan falta. - Jesús, hablando en profecía * Los niños se portan de forma más responsable y madura si se les habla con el mismo respeto que se le tiene a una persona mayor. Si un niño percibe que contamos con que se va a comportar de manera responsable, lo más probable será que intente estar a la altura de lo que se espera de él. Debemos hacer todo lo posible por ponernos en el lugar de los niños y dirigirnos a ellos de la manera en que nos gustaría que la gente se dirigiera a nosotros si estuviéramos en su lugar. - María Fontaine * ¿Cómo se sentiría usted si una persona que fuera su superior se alterara y le gritara? A lo mejor querría encogerse y esfumarse de allí. Pongamos que hubiera espectadores en el lugar: sería bochornoso y mortificante. Y aunque usted se apresure a hacer lo que ese superior le haya pedido, lo despreciaría por la vergüenza que le hizo pasar. Los niños no difieren mucho de los adultos en este aspecto. No les gusta que los desprecien y los denigren, y menos delante de un público. Mejor sería poder contenerse antes que se irrite tanto que esté a punto de soltar un grito. Le proponemos algunas ideas: Cuando su hijo no esté prestando atención la primera o segunda vez que usted le habla, pruebe a bajar la voz en lugar de alzarla. Acérquesele, mírelo a los ojos y repítale suavemente lo que quiere decirle. Usted tal vez quiera llevar esto un poco más lejos y aplicar el método del silencio. Acérquese y póngase al lado de su hijo sin decir ni mu hasta que él se vuelva y lo mire. Cuando el chico ya esté prestando plena atención, haga su pedido. A veces basta con dejar reposar la mano suavemente en la espalda del niño y esperar hasta que esté prestando atención. Una vez que tenga la atención de su hijo, presente su petición con claridad y firmeza. De ahí, cerciórese de que su hijo haga lo que usted le ha pedido. Verá que actuando así su hijo estará más dispuesto y tendrá un mayor deseo de obedecer, sin que haya efectos colaterales dañinos. ¡Y al mismo tiempo se sentirá usted mucho mejor después de haberse calmado y atenuado el mal humor! - Dr. Kay Kuzma * ¿Alguna vez te sientas con tu hijo o hija y hablas unos minutos de lo que le preocupa? Dedicar unos minutos a diario para hacer esto reportará excelentes beneficios a fin de que llegues a tener una relación de confianza afectuosa con tu hijo. ¿De qué hablarías? ¿Qué le interesa más a tu hijo? Los que son buenos conversadores dirán que se puede hablar durante horas con alguien de cualquier edad, de cualquier nivel intelectual, adulto o niño, y mantener a esa persona cautivada. Todo lo que hay que hacer es manifestar interés sincero en esa persona y hacerle preguntas que te ayuden a explorar ese interés. ¿Qué hace esa persona? ¿Cómo lo hace? ¿Cómo es ella? ¿Por qué? Si quieres que la gente manifieste un interés motivado por el amor respecto a lo que a ti te interesa, piensa cuánto más tu hijo quiere que como padre o madre que eres, la persona más importante para él, manifiestes interés amoroso por lo que a él le interesa. ¿Qué decir exactamente en esos valiosos ratos de charlas con tu hijo? Eso depende de lo que tu hijo haya hecho. ¿Acaba de llegar del colegio? ¿Es hora de leer un cuento antes de ir a la cama? ¿Acaba de romper un plato favorito? ¿Tu hija tiene una pataleta? ¿Tu hijo te contesta con insolencia? ¿Tu hija acaba de entrar a la casa llorando porque sus amigas no la trataron bien? Para empezar, ten en cuenta las circunstancias. Ese siempre es un buen punto para comenzar, porque en ese momento es lo que más le interesa a tu hijo. Luego, parte de ahí. - V. Gilbert Beers Gentileza del sitio web http://anchor.tfionline.com/es/post/el-arte-oculto-de-la-comunicacion-con-los-hijos/. Foto tomado por dadblunders/Flickr.com María Fontaine Los padres llevan a cabo una de las labores más importantes del mundo, y se merecen el aprecio, honra y elogio que podamos darles. Es posible que algunos tengan la tentación de permitir que otros aspectos de su atareada vida consuman su tiempo y tengan prioridad por encima de su labor de padres y el tiempo que pasan con sus pequeñitos. O bien, si se dedican plenamente a su labor de padres, tal vez les parezca que los ministerios o trabajo que hacen otros son más importantes que lo que hacen ustedes. Pero les recuerdo que sus sacrificios y la desinteresada labor que realizan por sus preciosos niños, será recompensada. Todo lo que inviertan en los niños llevará fruto algún día. Aunque los miembros de su familia o amigos no siempre vean el amor que manifiestan ustedes, el tiempo que dedican, las penalidades que sufren, los retos que enfrentan, las batallas que libran y el espíritu de perseverancia que poseen para superar obstáculos, Jesús sí lo ve, y los recompensará en consecuencia. Toda dificultad parecerá insignificante al compararse con la gloria y el honor que el Señor les dará con prodigalidad por haber hecho un buen trabajo. Jesús dice: Te he elegido para que seas vasija humilde y con mucha entrega. Renuncias a tu propia vida, a todo lo que tienes y lo que eres, y andas sobre la Tierra como anduve Yo, buscando primeramente el reino. El honor que te he concedido es muy grande. Habrá ocasiones en que no te parezca un honor, sino más bien todo lo contrario; una pesadez, una tarea agotadora, llena de penas y desengaños, ingrata, difícil, que exige mucho. A veces puede ser todo eso. Pero esas ocasiones no describen el verdadero panorama. Al instruir, educar, criar y cuidar a tus hijos, tu labor se asemeja a la creación de obras maestras de arte viviente; no son pinturas plasmadas en lienzos, ni esculturas de piedra, ni algo que quede grabado en los muros de una amplia iglesia. No; esas obras de arte pasarán, pero la obra de enseñar, criar y cuidar a tus hijos vivirá en la vida de ellos. Tus hijos son creaciones Mías, los hice a Mi imagen, y eres la persona a la que he elegido para que los críe en Mi disciplina y amonestación. El trabajo que tienes por delante es una montaña que puede parecer elevada. Puedes sacar muchos paralelos de las experiencias de quienes escalan montañas. En pocas palabras, el de ellos es un trabajo de toda la vida. Los verdaderos montañistas se entrenan toda la vida para su ascenso a la cumbre. Planean cuidadosamente cada paso: la cantidad de equipo que necesitarán, las personas con las que irán, la época en la que lo harán, la provisión de alimentos, etc. Trazan la ruta, y luego emprenden el viaje. Y aun así, por bien que se hayan preparado, surgen circunstancias inesperadas que añaden intensidad al reto. A veces se encuentran en situaciones imposibles y se juegan la vida para llegar a la cima. Los desafíos físicos y espirituales que afrontan los padres en su escalada se pueden comparar con los de los que escalan las montañas físicas. Pero tú cuentas con una clara ventaja, la máxima, la que te garantiza la conquista de tu meta: me tienes a Mí por guía. Cuentas con el poder de las promesas de Mi Palabra para toda situación imposible en la que te encuentres. ¡Eres Mi montañista! * El mundo del mañana será lo que las madres de hoy hagan de él, según cómo críen a sus hijos. David Brandt Berg * Criar a los hijos supone una enorme tarea. Sin embargo, a grandes trabajos, grandes recompensas. David Brandt Berg * Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa. Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud. Dichosos los que llenan su aljaba con esta clase de flechas. Salmo 127:3-5 Post courtesy of www.anchor.tfionline.com. Photo copyright (c) 123RF Stock Photos Adaptación de un artículo de María Fontaine En un vuelo que tomé hace unos meses me fijé en una niña de unos diez u once años sentada al otro lado del pasillo, en diagonal. Tenía un enorme cuaderno para colorear de lo más bonito que su mamá evidentemente le había conseguido para el vuelo. En la misma fila había otra niña de más o menos la misma edad; su papá iba sentado detrás de ella. Esa otra niña no tenía libro para colorear; es más, no tenía nada para entretenerse durante el vuelo. La del cuaderno estaba de lo más ocupada coloreando y tenía todas sus crayolas desparramadas sobre la mesita. A la otra, pobrecita, se le iban los ojos. Tan mal me sentí por ella que oré para que la primera se diera cuenta y se animara a dejarle una hoja de su bonito cuaderno. Dicho y hecho: al ratito vi que la niña había arrancado una hoja y se la había entregado a su vecina. Además, le estaba prestando sus lápices de cera. Me incliné hacia adelante por el pasillo y le dije a la niña que me parecía muy lindo que hubiese compartido su libro de colorear. Se le iluminó la carita, complacida de que alguien hubiese notado su gesto. No sé qué efecto a largo plazo pueden llegar a tener las pocas palabras que le dije, pero quisiera creer que la próxima vez que esa niña tenga que decidir si prestar o no alguna cosa, se acordará de la señora que se sintió orgullosa de ella porque tomó una decisión acertada. Podemos preguntarnos: «¿Qué podría decirle a mi hijo o hija que la ayude, que le levante el ánimo, que haga que se sienta halagada, apreciada y valorada?» A todo el mundo le gusta sentirse valorado, sentir que lo que aporta es significativo. Hasta un encuentro breve con tu niño se presta para hacer un comentario oportuno (Proverbios 25:11), para decirle algo que le dé seguridad. Adaptado de un artículo publicado originalmente en la revista Conéctate.
Hace casi dos siglos, la humanidad contenía el aliento ante la marcha de Napoleón y aguardaba con impaciencia febril las noticias que llegaban desde el frente de batalla. Entretanto, seguían naciendo niños en los hogares. Pero ¿quién iba a interesarse por aquellos pequeñuelos? Todo el mundo andaba pendiente de las batallas. Sólo en el año 1809 vinieron al mundo algunos niños destinados a ser estrellas de primera magnitud: William Gladstone, considerado por muchos el mayor estadista británico del siglo xix; Abraham Lincoln, uno de los más famosos presidentes de los EE.UU.; Alfred Tennyson, galardonado poeta inglés; el francés Louis Braille, ciego que inventó un sistema de lectura para no videntes que se usa en todo el mundo. En la época en que ellos nacieron, nadie pensaba en bebés, sino en batallas. Sin embargo, ¿cuál de las batallas de 1809 tuvo mayor trascendencia que los niños nacidos aquel año? Hay quienes piensan que Dios sólo puede intervenir en este mundo con grandes ejércitos, cuando en realidad lo hace por medio de nenes. Cada vez que se vuelve necesario remediar un mal o difundir la verdad, Dios envía al mundo un bebé para que lo haga. ***** Con lo ocupados que están en su vida diaria, a veces es fácil ver a los niños como una más de tantas tareas, y si se tiene un día particularmente ajetreado, la solución más sencilla tiende a ser dejar que se entretengan solos con juguetes, videos o juegos mientras ustedes se ocupan de otras cosas. Deben tener presente que el amor, interés, disciplina y atención que dedican a los niños los ayuda a madurar y convertirse en las personas que serán el día de mañana. Si están demasiado ocupados para dar a sus hijos el tiempo y el amor que necesitan, se perderán la ocasión de hacer una de las inversiones más importantes de la vida; aunque hagan lo que tenían previsto para el día, no será algo que perdure. Lo que trasciende al día de hoy es lo que invierten en la vida de sus hijos. Siempre tendrán tareas pendientes -la limpieza de la casa, ropa que lavar, cuentas que pagar- pero no siempre tendrán a sus hijos con ustedes, y no podrán recobrar los momentos que perdieron «porque estaban demasiado ocupados». Cada día, cada momento, cuentan para forjar el futuro de sus hijos y convertirlos en las personas que deben ser. Text copyright © TFI. Podemos mejorar la vida de las personas que nos rodean con nuestros actos de bondad y consideración, y también manifestando fe en ellas. A continuación, algunas fórmulas prácticas para empezar a cambiar nuestro rincón del mundo: • Cultiva la excelencia. Procura pensar como mínimo en un rasgo de tu hijo que te parezca digno de elogio y preocúpate de hacérselo saber. No seas tímido: ya verás que no se cansará de oírlo. Reforzarás su confianza en ese aspecto y, a medida que aumente su autoestima, tu hijo mejorará también en otros aspectos. • Asigna funciones importantes a tus niños. Procura darles facultades y atribuciones en los aspectos que son su fuerte. Demuéstrales que confías en ellos, que los necesitas y los valoras. • Aprecia a tus niños por lo que son. Valorar el desempeño de tu hijo es importante, y a los niños le gusta que le den las gracias y que se le reconozca lo que ha hecho; pero ser estimado por una cualidad particular es mucho más grato que ser aplaudido por las consecuencias de esa cualidad. • Aminora la marcha. Toma tiempo ver a tus niños con nuevos ojos. Ve más despacio en tu trato con los niños y dale a Dios la oportunidad de revelarte cómo las ve Él. • Olvida el pasado. A nadie le gusta que lo etiqueten o lo encasillen. Procura ver cómo son tus niños actualmente o cómo pueden llegar a ser el día de mañana. Adaptado de un articulo publicado en la revista Conéctate. ¿Tienes —o vas a tener pronto— un bebé?¿Te gustaría prepararte un poco mejor para criarlo bien? ¿Buscas consejos prácticos para desarrollar su inteligencia y hacerlo feliz?¿Te interesa establecer un profundo y perdurable vínculo afectivo con tu hijo?
Disfruta de tu bebé te introduce en el asombroso y misterioso mundo de esa personita que Dios te ha enviado. Descubrirás cosas increíbles de tu pequeñito y verás todo lo que puede llegar a ser si lo tratas con amor y sabes comprenderlo y orientarlo. D.B. Berg Vale la pena tener la sencillez de un niño. Jesús dijo: «Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los Cielos» (Mateo 18:3). «Dejad a los niños venir a Mí, porque de los tales es el reino de Dios» (Marcos 10:14). Debemos ser como niños —cariñosos, tiernos— y tener una fe sencilla, aceptar con fe infantil todo lo que tiene el Señor para nosotros. Los niños son prototipos de los ciudadanos del Cielo. Parecen angelitos bajados de lo alto. Sus vivencias celestiales están aún tan frescas que entienden lo que es la oración y otras cuestiones espirituales mejor que la mayoría de los adultos. Hablan con Dios, y Él les responde. Así de simple. No les cuesta escuchar a Dios, porque tienen una fe pura y llana. Se les ha concedido el don de ser ricos en fe. Para ellos es de lo más normal. Creen todo lo que dice Dios, y nada les parece imposible. La mayoría de la gente mayor sabe demasiado. Ha adquirido tantos conocimientos que ha perdido su fe infantil. Sin embargo, hay muchos que tienen la fe y la confianza de un pequeñín y que a diario hacen cosas que los intelectuales incrédulos consideran imposibles. Por eso, procura ser como un niño. Verás que pueden suceder maravillas. Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso. Joyce Suttin En la primavera de mi penúltimo año de secundaria, algunas chicas propusieron que nos preparáramos para el partido de baloncesto entre las representantes de nuestro curso y las del curso superior. Me pareció que podía ser entretenido, así que me apunté. No me fue muy bien en los entrenamientos, pues me distraía con mis amigas en vez de concentrarme en el juego; pero a pesar de poner nerviosas a algunas de las jugadoras más competitivas, me propuse seguir y participar en el que sería mi primer y único partido de baloncesto. A lo largo del partido, nuestras rivales nos llevaron ventaja en todo momento. Mis compañeras se esforzaban por darles alcance. Yo había pasado la pelota un par de veces como una papa caliente, feliz de quitármela de encima lo antes posible. Hasta que… Perdíamos por dos puntos y faltaban apenas unos segundos para el término del partido cuando una de mis amigas logró interceptar el balón. Lo tiró lo más lejos que pudo, y con espanto vi que venía directo hacia mí. Lo atrapé con facilidad, pero no sabía qué hacer con él. Ninguna de mis compañeras estaba cerca de la canasta. Me imagino que di la impresión de estar paralizada, sin saber qué hacer. En eso vi la cara de Stan, un compañero de clase de constitución atlética que estaba sentado en la primera fila entre el público. Me gritó: —¡Lánzalo! ¡Dale, que puedes! Recuerdo que miré hacia la canasta desde donde estaba parada en la mitad de la cancha, apunté y lancé la pelota con todas mis fuerzas. Lo que sucedió en ese momento no lo tengo del todo claro. No sé cómo, el balón de milagro entró limpiamente en la canasta en el último segundo, y ganamos el partido. Mientras todos se amontonaban a mi alrededor en aquel momento de gloria, yo busqué a Stan con la mirada entre el gentío. Finalmente se acercó para felicitarme, y le dije: —Gracias por animarme cuando más lo necesitaba. Creíste que yo era capaz de encestar, y lo hice. Todos necesitamos a alguien que nos estimule cuando los rostros de la multitud se difuminan, cuando las voces se vuelven ininteligibles y nos tiemblan las piernas, alguien como Stan que nos anime cuando vacilamos y nos sentimos inseguros, que nos inspire confianza en nosotros mismos y nos impulse a intentar lo imposible, que nos diga: «¡Tú puedes!» ***** Tus niños tienen que ver que ustedes quieren que triunfen y que creen que pueden triunfar. En sus momentos de desespero o de desazón, tienen que demostrarles que pueden rehacerse y comenzar de nuevo. Necesitan saber que por dura que haya sido la caída, o por muchas veces que hayan fallado, pueden volver a incorporarse. Necesitan saber que son ganadores, que son campeones y que ustedes creen en ellos. En la Historia hay muchos ejemplos de personas que hicieron maravillas, que se destacaron, que realizaron descubrimientos, inventaron algo ingenioso, compusieron algo original, cantaron algo hermoso, inspiraron a otros o contribuyeron a mejorar el mundo con sus esfuerzos, gracias en gran parte a la fe que otra persona les tuvo. La fuerza de la fe y confianza que manifestaron los demás fue lo que ayudó a muchos de esos grandes hombres y mujeres a sobreponerse a las imposibilidades, la oposición, el peligro o las dificultades. A lo mejor el mundo nunca habría oído hablar de ellos si alguien no los hubiera inspirado a lograr algo. Gracias a ello se exigieron a sí mismos para desarrollar a fondo su potencialidad. Hubo gente que en un principio pensó que esos grandes hombres y mujeres no tenían potencial. Hubo grandes maestros, científicos e inventores que fueron considerados poco inteligentes de niños. Hubo grandes atletas a los que se les dijo que estaban demasiado enfermos, incapacitados o débiles como para pasar a la primera ronda de una competencia. Ha habido grandes escritores y oradores que cuando comenzaron apenas podían articular palabra. Ha habido bailarines, cantantes y actores ahora reconocidos mundialmente que fueron rechazados en su primera audición por «falta de talento». También hay muchos que fracasaron y se equivocaron incontables veces, que demostraron tener posibilidades, pero que sufrieron una desilusión tras otra, hasta que finalmente alcanzaron el éxito, en parte gracias a que quienes creyeron en ellos les transmitieron el ímpetu para perseverar. Gentileza de la revista Conéctate y sitio web www.anchor.tfionline.com. Stephen Mansfield Se llamaba Elizabeth Anne Everest. Hoy en día pocos la recuerdan. De hecho, pocos la conocieron durante su vida, la cual terminó casi en el olvido en el año 1895. A fin de cuentas, no era más que una niñera, una de las miles que había en la Inglaterra victoriana y cuyos días transcurrían en silencio mientras cuidaban de los niños de otras personas. Cuando sacaba al bebé a pasear por el parque en su cochecito o cuando enfrentaba las calles de Londres con un niño que se aferraba fuertemente a su falda, nada la habría hecho sobresalir a los ojos de los transeúntes; no era más que otra niñera británica que cuidaba del hijo de algún noble. Al menos eso era lo que parecía. Sin embargo, Elizabeth Anne Everest no era una niñera como cualquier otra. Era una cristiana de las más fervientes y audaces. Para ella ser una niñera no era simplemente un trabajo; era un ministerio. Ella esforzaba por inculcar los principios divinos y la verdad de la Biblia en las pequeñas vidas que estaban a su cargo. Fue así que llegó a tener una gran influencia en el curso de la historia moderna. En un borrascoso día de febrero de 1875, Elizabeth Everest se convirtió en la niñera, y más adelante en la principal influencia espiritual, de un niñito de mejillas rosadas llamado Winston Leonard Spencer Churchill, quien habría de ser el futuro primer ministro de Inglaterra y uno de los más importantes estadistas del mundo occidental. Sin embargo, la infancia del pequeño Winston arrojó pocos indicios de la grandeza que poseería algún día, y la Sra. Everest no tardó en comprender la inmensidad de su labor. Al cabo de un tiempo, la madre del muchacho comenzó a advertirle a los visitantes con un típico eufemismo británico que Wiston era un niño difícil de manejar. Tenía razón. Pegaba patadas, gritaba, golpeaba a los demás y matoneaba. Con frecuencia la gente empleaba la palabra «monstruo» al referirse a él, y para complicar las cosas, era un muchacho listo. Siendo consciente de la fe cristiana de la Sra. Everest, el joven Winston intentó en cierta ocasión escapar a su clase de matemáticas amenazando con inclinarse ante ídolos. Y durante un tiempo dio resultado. Sin embargo, Elizabeth Everest era una mujer excepcional. Sabía cómo hacer respetar lo límites que marcaba, y desde el mismo principio Winston albergaba a regañadientes un respeto por esa mujer que parecía conocer el secreto de que su irritante comportamiento solo tenía por objeto ocultar una intensa ansia de su corazón. Esa era la verdad que ella protegía con ternura, pues sabía que su Señor no le había confiado al joven Winston con el único propósito de imponerle disciplina, sino más bien para llenar el vacío que existía en la vida de ese muchachito solitario. Pocos sabían lo dolorosa que era en realidad su soledad. Sería agradable poder decir que en el hogar de los Churchill reinaban el calor y la intimidad familiares, y que Winston recibía sobredosis de amor paternal, pero no era así. Randolph y Jennie Churchill se entregaban de lleno a sus ambiciones sociales, descuidando de paso a su hijo. Es cierto que, en general, los padres de la era victoriana mantenían una distancia sorprendente con sus hijos, y los recibían solo en momentos concertados de antemano y bajo la atenta mirada de sus sirvientes. No obstante, aun juzgado según esos criterios, los Churchill eran padres muy distantes. Más adelante, Winston escribió de su madre: «Yo la quería, pero a lo lejos». El padre de Winston lo consideraba un retrasado mental, rara vez le hablaba y con frecuencia descargaba su ira contra él. Más de un historiador ha llegado a la conclusión de que el lord Randolph sencillamente aborrecía a su hijo. Fue así que Elizabeth Everest, o «Woom» —como la llamaba Winston—, se convirtió no solo en su niñera, sino en su más estimada compañera, y compartió con comprensión y tierna lealtad los secretos de su mundo en expansión. Años después, hablando de su singular relación, Violet Asquith escribió: «Durante la niñez solitaria e infeliz de Wiston, la Sra. Everest fue su consuelo, su fuerza y soporte, su única fuente constante de comprensión humana. Era el hogar junto al cual secaba sus lágrimas y calentaba su corazón. Era la luz que brillaba de noche junto a su cama. Era su seguridad.» Ella fue asimismo su pastora, pues fue en el refugio de la devoción que compartían que Winston experimentó por primera vez la cristiandad genuina. De rodillas junto a esa afable mujer de Dios conoció el canto del corazón que se llama oración. De sus labios oyó por primera vez las Escrituras leídas con tierna adoración, y quedó tan conmovido que memorizó con entusiasmo sus pasajes predilectos. Mientras daban largas caminatas cantaban juntos los himnos más conocidos de la iglesia, hablaban sin descanso de los héroes de la fe y se imaginaban en voz alta cuál sería la apariencia de Jesús o cómo sería el Cielo. Cuando se sentaban juntos en un banco del parque o sobre una manta de césped fresco y verde, Winston a menudo se quedaba hechizado mientras que Woom le explicaba el mundo en términos sencillos pero claramente cristianos. Y cabe imaginarse que cuando el día llegaba a su fin, aquella fiel intercesora dedicaba numerosas noches a orar por aquel niño, pidiéndole a su Padre celestial que cumpliera con la vocación para la cual ella percibía con tanta intensidad que él estaba destinado. Da la impresión de que sus oraciones fueron respondidas, ya que si bien en los primeros años de su edad adulta, Churchill se metió de lleno en el racionalismo anticristiano que reinaba en aquella época, con el tiempo recobró la fe. Ello sucedió al escapar de un campo de prisioneros de guerra durante la guerra de los Boer en Sudáfrica. Tan grabada le había quedado la fe dinámica de la Sra. Everest, que durante aquel tiempo de crisis las oraciones que había aprendido junto a ella retornaron casi involuntariamente a sus labios, tal como lo hicieron los pasajes de las Escrituras que había memorizado al son de su voz. A partir de ese momento su fe lo distinguió, así como el convencimiento de su misión. Llegó a verse a sí mismo según los mismos términos que empleó en determinado momento para dedicar a su nieto. Sosteniendo al niño en alto, proclamó con lágrimas en los ojos: «Este es el nuevo fiel soldado y siervo de Cristo». Mientras otros dirigentes de su época vacilaban y buscaban las transigencias de los cobardes, Churchill definió los retos de su civilización en términos abiertamente cristianos y que impulsaban a los hombres hacia la grandeza. No obstante, detrás de su arsenal de palabras y de la artillería de sus ideales, se encontraban las sencillas enseñanzas de una consagrada niñera, la cual sirvió a su Dios al invertir en el destino de un muchachito atribulado. Fue por eso que cuando el hombre al que algunos llamaron el más grande de la era, yacía en su lecho de muerte en 1965, a los noventa años de edad, solo había una fotografía a su lado. Era la de su amada niñera, que había pasado a mejor vida unos setenta años antes. Ella lo había comprendido, lo había hecho mejor con sus oraciones y había avivado la fe que marcó el destino de las naciones; todo desde lo oculto de su llamamiento. |
Categories
All
LinksCuentos bilingües para niños Archives
March 2024
|